Hay distintos momentos donde la liberación sexual se disparó, voló la conciencia de miles que pensaban que el sexo era un acto morboso, íntimo, secreto e incluso prohibido. En el pasado existía la manía de ocultar la realidad de las cosas, casi como un vicio, parecía que a las personas les daba miedo admitir que uno de los máximos placeres del ser humano era encantador y sumamente adictivo, ¿para qué o por qué?, eran los cuestionamientos implícitos que nadie se atrevía a preguntar. Aunque sí había quien en lugar de indagar en la moral prefería disfrutar al máximo de toda pulsión que causará una caricia, beso u orgasmo.
Tal vez hayas leído “Julieta” o “120 días de Sodoma” y seguramente te habrás dado cuenta que uno de los pilares de la literatura erótica y de la filosofía del placer fue el Marqués de Sade. Él impulsó el derecho a la libido y la libertad sexual, lo cual le costó por mucho tiempo ser encarcelado, menospreciado y visto ante toda la sociedad como un depravado maligno, rebelde de Dios y teórico de blasfemias y otras barbaridades que ahora en el siglo XXI pueden ser nimiedades; sin embargo, en su época –segunda mitad del siglo XVIII– sus prácticas eran vistas como un mal que había que erradicar y desaparecer de la faz de la Tierra.