“Rápidamente nos dimos cuenta que el lugar aportó un giro de 90 a 180 grados, tener a nuestras parejas teniendo sexo hacía que fuera fácil romper la distancia entre la cámara y perder la posición del lente. Para maximizar nuestras imágenes, teníamos que hablar y decir cosas como, ‘¿Puedes hacer eso; poner sus cabezas hacia la ventana?’ Hablar fue raro al principio, pero supimos que había un momento adecuado para preguntar y un mal momento para hacerlo”.
Las representaciones del amor, el sexo o la intimidad jamás serán suficientes para una categoría fílmica o de cualquier tipo. Desde el momento de su origen, hasta su culminación, “Lover” apuesta por una carga emotiva y un simbolismo visual concebido por sus directores con la delicadeza del beso y la caricia que ocurren sin la publicidad del placer multitudinario, o los romances ambiguos –algunos dignos de conservarse en la memoria– exagerados y menospreciados por el proyector del cine.