“El porno parece un estilo de hacer cine que se centra únicamente en el imaginario sexual gráfico y explícito. A la gente le encanta y está demostrado por su popularidad, pero su representación específica del sexo hace que todo el sexo parezca cosa sucia. Si tu único objetivo es excitar a alguien, entonces debes hacer porno. Si quieres tratar de hacer a alguien pensar o sentir algo más, entonces tienes que crear un conjunto diferente de reglas”.
Las herramientas no estaban listas antes de su investigación; ellos las construyeron, y al hacerlo se dieron a la tarea de distinguir entre el deseo, la seducción y la perturbación que sobrevuelan y empañan la sexualidad de una pareja. El dúo norteamericano entendió muy pronto que bajo ese halo de intimidad no hay un lenguaje preconcebido. Con el desarrollo del documental ellos aprendieron las pausas y los momentos en los que el sexo puede ser dirigido y en cuáles no.