¿Te has parado a pensar alguna vez cómo se obtiene una radiografía? La respuesta está en los rayos X, que no son otra cosa que un tipo de radiación (como las microondas, la luz visible o la ultravioleta), es decir, energía que viaja a gran velocidad en forma de partículas y ondas electromagnéticas.
Fueron descubiertos por el físico Wilhelm C. Röntgen en 1895 y, aunque tienen múltiples usos, tres años más tarde ya se hablaba de su peligro para la salud. Entre estos peligros están el desarrollo de cáncer y la generación de mutaciones, aunque la probabilidad es bastante baja.
Su uso para fines médicos es bien conocido. Como se ha dicho antes, son el elemento clave de las radiografías. Se lanza un haz de radiación que atraviesa al paciente y, según el tipo de tejido por el que pase, formará una imagen u otra. Pero su aplicación médica va más allá: los TAC, gracias a los cuales se puede formar una imagen tridimensional de la zona estudiada.