Fiebre setentera en Londres

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El de Coach fue un show de texturas, en el que entraban ganas de pasar la mano por encima de todas las prendas. Cuero imitando a neopreno, abrigos de peluche y detalles y cuellos en borrego marcaron la ropa más invernal. Sobriedad en el color, en el que el verde militar (y su estampado de camuflaje correspondiente) destacaba por encima de negros y grises.

JW Anderson nos dejó también un aire muy seventies, con pantalones a la cintura, cuellos vueltos y grandes solapas. Uso preciosista de las pieles, con trajes de ante, cazadoras y pantalones de cuero y maxi-abrigos de peluche en tonos arena. También maxi se vuelven los botones, que adoptan diferentes formas como flores o rombos. Colores muy neutros en general, con predominio de marrones y negros.

Y llegó el invierno más divertido con Moschino, que cambiaba su tradicional cita con Milán por la de la capital británica. Sobre un escenario nevado, con copos cayendo literalmente sobre la pasarela, se consiguió recrear un imaginario en el que el esquí se volvía más sexy que nunca, gracias en gran parte a la música escogida y lo ligeritos de ropa que iban los modelos. Jeremy Scott, el mediático diseñador de la casa italiana, quiso apostar por las pieles y los materiales más naturales, haciendo uso del estampado leopardo, el borrego o el visón en sus maxi-abrigos. También se vio mucho naranja, algún que otro guiño al tartán y conjuntos metalizados en varios looks alpinos.

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