Las tres partes del pie que se ven afectadas durante el ‘running’ son el talón, el tobillo, la planta, el dorso del pie y el antepié (almohadilla plantar). Cuando damos una zancada, colocamos la pierna de tal forma que nuestro peso recae en el talón y en el tobillo, encargados de absorber el impacto contra el suelo e impulsar rápidamente la extremidad inferior hacia delante. Del modo en que apoyemos el talón dependerán la amortiguación, la estabilidad y el mantenimiento de la progresión de la marcha.
En esta primera fase de la zancada, y con objeto de evitar lesiones, son fundamentales una buena elasticidad y potencia del sistema talo-aquíleo-plantar. Las patologías o lesiones más frecuentes que se producen en esta fase son la fascitis plantar o la tendinopatia del Aquiles.
En segundo lugar, apoyamos la planta del pie para que el cuerpo avance. Durante la carrera, las fuerzas ejercidas por el pie en el suelo llegan a triplicar el peso corporal. Por ello, las articulaciones de amortiguación y estabilidad (subastragalina, chopart y lisfranc) son tanto o más importantes en esta fase que las articulaciones de movimiento (tobillo y metatarso-falángicas). Una alteración de estas articulaciones, por ejemplo por artrosis o por una excesiva pronación o supinación, implica una mala adaptación a un terreno irregular que se traducirá en esguinces, sensación de inestabilidad y dolor en la planta o en el empeine.