Ir en contradirección es como mentar al diablo y si no haz la prueba: decenas de ojos centelleantes que te aniquilarían en un periquete mientras te dicen mentalmente «pero este a dónde cree que va, rebelde de la vida… cómo te atreves a no seguir la flechaaaaaaaa».
Si osas además hacerlo en hora punta (esa del viernes por la tarde) es posible que te lleves un bolsazo amarillo de regalo, que se acuerden de toda tu familia y que tu marido se proponga -así, de motu propio- «ir a por tabaco» porque total… a saber si sales viva de ésta.