Cuenta la leyenda que Enzo Ferrari le espetó a Lamborghini que “un fabricante de tractores” no le iba a enseñar a hacer coches deportivos.
Ante semejante desaire, Ferruccio no se quedó con el mero “yo lo haría mejor” como haría cualquier hijo de vecino, y se puso manos a la obra con el objetivo de desarrollar un coche que superara a los Ferrari.
Para lograrlo fundó en 1963 su propia fábrica de deportivos en Sant’Agata Bolognese, significativamente cerca de Maranello, después de contratar a varios ingenieros de Ferrari.
Y el primer fruto llegó el 1964 con el Lamborghini 350 GT, que según los expertos era superior a los Ferrari en todos aquellos aspectos que el industrial siempre había criticado a la marca del cavallino rampante. El emblema de la nueva marca de superdeportivos sería el famoso toro, inspirado en el símbolo del zodíaco de Ferruccio, el tauro.
Empezaba de este modo la leyenda de una marca, hoy propiedad del Grupo Volkswagen tras varios cambios de manos, que medio siglo después mantiene intacto su prestigio y magnetismo.