Por sus características, resultan especialmente vulnerables a los cambios bruscos de temperatura y a los agentes climatológicos externos (especialmente el viento).
Por otra parte, están en contacto directo con nuestra propia saliva, que, aunque en principio los humedece, en realidad contribuye a resecarlos, y también con los distintos componentes de los alimentos.
Para resultar atractivos, los labios tienen que estar sanos y para conservarlos en perfecto estado bastan unos cuidados muy simples que han de incluir, necesariamente, la adecuada protección frente a los elementos que pueden deteriorarlos.
Si tus labios presentan deshidratación y pieles muertas, es el momento de hacer una exfoliación que elimine esos antiestéticos «pellejos». No se te ocurra arrancarlos (con los dedos o tus propios dientes) porque, además de resultar muy doloroso, podrías hacerte una herida difícil de cicatrizar (peor el remedio que la enfermedad).
Utiliza un producto adecuado que erosione con extrema suavidad la delicada piel de esta zona y aplícalo con ayuda de un cepillo (como el de dientes) muy blando y que solo destinarás a este fin.
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Una vez acondicionados tus labios, extiende un bálsamo reparador que hidrate en profundidad y repare esa piel que presenta imperfecciones. Si tienes grietas o pequeñas heridas elige alguno a base de aloe vera (la potente acción regeneradora y antibacteriana de esta planta la hacen perfecta para tratar este tipo de problemas).