Una persona con vigorexia entrena de manera compulsiva, sin disfrutar del ejercicio en sí mismo y sin sentir satisfacción alguna con las metas que alcanza. La frustración, la baja autoestima, el huir de las relaciones con los demás (dado que se ve poco atractivo) son algunas de las consecuencias de este mal que puede llegar a tener graves complicaciones.
Algunas «pistas» que suponen una alerta frente a la vigorexia son:
- El ejercicio es la actividad más importante y está antes que cualquier otra cosa (trabajo, amigos, ocio, familia…).
- El entreno excesivo llega al sobre esfuerzo y al agotamiento muscular.
- Los trastornos alimenticios son parte del problema. Un vigoréxico elimina totalmente las grasas de su dieta, recurre con frecuencia excesiva a los anabolizantes y está dispuesto a probar cualquier nuevo producto que le asegure perder peso y ganar músculo.
- La báscula es su mejor amiga. Pesarse dos o tres veces al día es otro de los síntomas.
- Los cambios bruscos de humor, la baja autoestima y el aislamiento son otros de los síntomas (y a la vez consecuencias) de esta patología a la que hay que prestar la debida atención.