Le pillé mirándome un par de veces. Bingo. Sus ojos parecieron decir sí y pensé: ¿por qué esperar a que venga? Me acerqué decidida, pero al colocarme a su lado me di cuenta de que no había ni pensado en qué iba a decirle, así que dejé paso a la improvisación. «¿Me acompañas fuera, a fumar?», pregunté con la voz más sexy que pude encontrar en mi registro.
Me contestó que no fumaba, y toda la magia que había percibido antes se evaporó. Le volví a insistir, pensando que por no fumar no debía acabarse ahí la cosa, pero el chico parecía más incómodo que complacido. Me extrañó, porque mis amigos hombres no paran de echarme en cara lo fácil que lo tenemos las mujeres para ligar, y a mi ese chico me había hecho sentir como una acosadora.
Y es que a veces pienso que lo tenemos fácil, pero calladas y esperando a que nos saquen a bailar. ¿Si tomamos la iniciativa se asustan? Puede ser un tema. Pero creo más en la teoría de los opuestos: este chico es un cazador y prefiere controlar el ritmo de la seducción. Según esta teoría, ‘se lo puse demasiado fácil’.