Es difícil poner en cuestión la paz y la alegría que irradian sus gentes, casi con seguridad, contagiada del mismo entorno natural. Cuando nos encontremos en Tahití, además de sus playas de ensueño, comprobaremos rápidamente las costumbres de sus particulares habitantes, todo en medio de música, danzas típicas y flores.
En ella, además de disfrutar de sus aguas de cristal y sus blancas arenas, podremos bucear por algunos de los miles de kilómetros cuadrados de piscina natural que decidió construir el mar por su cuenta. Durante esta aventura submarina, entre otras miles de especies, podremos observar a la simbólica raya marina.
Entre otros planes que podemos idear en Tahití, está el de recorrer las islas más bonitas y vistosas del entramado polinesio, con uno de los barcos turísticos preparados para ello. Las infraestructuras para el alojamiento son de alto nivel, los servicios de primera categoría, y todos los establecimientos cuentan con detalles autóctonos que nos ayudarán aún más en el proceso de enamoramiento del que seremos presos durante nuestra estancia en la Polinesia.