En concordancia con la cultura de la organización de la que forma parte, el empleado 3.0 está preparado para el uso de tecnología avanzada y para interactuar con sus compañeros de trabajo desde la confianza, la transparencia y la participación.
Además, se trata de un trabajador que valora su tiempo libre y su agenda de trabajo. Sus motivaciones no sólo pasan por ganar dinero, sino que buscan que éste vaya acompañado de un plan de carrera prometedor y una satisfacción personal que buscará en todo momento más allá de su nómina.
Ante este cambio radical de concepto organizacional respecto a las empresas de hace unos pocos años atrás, las mismas se ven obligadas a considerar el dinamismo y la adaptación como dos principios obligatorios.
En este nuevo contexto, los puestos superiores como directores generales, de área, o de recursos humanos que no sepan adaptarse y dejar atrás los principios rígidos de los modelos anteriores, irán a contramano de la realidad general y serán una fuente de problemas y conflictos.