Creo que en parte, y esto es algo muy personal, también influyó mi tolerancia hacia ciertas actitudes. Durante mi adolescencia tuve más amigos chicos que chicas y eso hizo que me encontrara más de una vez en medio de «conversaciones de tíos», observando sus jerarquías, sus gustos, sus roles, qué se callan delante de las otras chicas, especialmente de las que les gustan…
Por eso, mientras que alguna amiga mía tuvo serias discusiones con su pareja por encontrarle porno en su ordenador, en este sentido, yo observaba en las descargas de su ordenador el sinfín de vídeos relacionados con “barriguitas sexys” y otras partes de la anatomía femenina sin ningún tipo de reparo. Yo misma consumo porno y cine erótico, ya hablaremos de eso otro día.
Nunca he entendido los tabúes de esta sociedad ante el sexo, cuando al mismo tiempo esta te empuja a vivirlo y verlo cada día, pero ¿qué referentes? Las ‘pop ups’ de sexo que te salen cada vez que descargas una serie, la televisión que no hace más que acortar los escotes, las páginas web de contactos, etc. Parece que el sexo no está prohibido, pero sí hablar de él, o al menos, sucede que cuando una chica lo hace abiertamente, parece ganarse una fama poco merecida.