Ahora ya no piensas como en los últimos años. Has tenido la iniciativa de elegir cambiar un presente conocido y familiar por un futuro distinto y nuevo.
Tu cerebro, al pensar cosas diferentes, segrega sustancias químicas diferentes en tu cuerpo, y al cabo de una hora, las células de tu organismo piensan: “¿Qué pasa ahí arriba? Llevamos diez años acogiendo las mismas sustancias, hemos modificado nuestros receptores, estamos amoldadas a esta dosis química, y de pronto, la química ya no está. Esto es inaceptable. Ha tenido que haber un error. Enviaremos al cerebro un mensaje a través de la médula espinal para erradicar este desequilibrio químico”.
Y se activan diversos mecanismos cerebrales para que pensemos de la misma manera que se siente nuestro cuerpo. En cuestión de segundos, empiezas a oír esas voces, ese parloteo, esas autosugestiones que te dicen: “Mejor empieza el lunes que viene. Ya es tarde para ir al gimnasio, ve mañana que seguro que estás más animado”. Y sin verlo venir, estás tumbado en el sofá con el control remoto, jugando a la Play y una caja de galletas bajo el brazo sin tener idea de cómo sucedió.