Esto es válido para otro tipo de conductas en los que la historia personal pasada y la actitud familiar predijeron parcialmente el comportamiento individual, comola agresión y el suicidio, aunque no se puede decir que la historia pasada sea 100% predictiva. La infidelidad es un área llena de conflictos y perspectivas diferentes. En un entorno en el que tener múltiples parejas es una normal social, esta, si se da en una relación romántica, puede tener diferentes significados.
Los individuos involucrados pueden reaccionar de formas dispares y solo experimentan engaños si se violan las normas específicas del contexto, lo que provoca la traición. En las culturas donde la monogamia es la norma, la infidelidad emocional y sexual se consideran transgresoras (de forma moral, religiosa, social y posiblemente legal) con sus correspondientes consecuencias. A menudo este tipo de conductas implican engaños y manipulaciones deliberados llegando a provocar experiencias inquietantes y desorientadoras que consiguen que ambas partes duden sobre su propia capacidad para saber en quién confiar. «La duda y la confusión influyen en las opciones posteriores de relación. La traición apaga la confianza«, explica Knopp en ‘Psychology Today’.
Estar de acuerdo en no estar de acuerdo
A pesar de los cambios en las normas comunes, la mayoría de las parejas esperan encontrar la monogamia. Sin embargo, ser infiel es común. En 20 años, nuestro comportamiento, pero también nuestra actitud, hacia la infidelidad ha cambiado sensiblemente. El instituto IPSOS publicó hace unos años que el 30% de la población española es infiel y que un 10% más ha intercambiado mensajes picantes con otras personas. Además, un 33% de las mujeres admite que ha mantenido relaciones sexuales en algún momento de su vida con alguien que no era su pareja oficial. Así lo asegura un estudio realizado por el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) con más de 3.400 encuestadas.