Imagina que hoy estás en uno de esos días, es lunes, te miras al espejo y decides que algo debe cambiar ¡ya mismo! No eres un deportista muy constante pero te apuntas al gimnasio para que ese cuerpo flácido y perezoso se convierta en un armazón esculpido y definido.
Tras tu primera sesión de entrenamiento, ¡no te encuentras nada mal! Reconoces haber forzado un poco la maquinaria pero es que ¡el que algo quiere, algo le cuesta! Sin embargo, la molestia y el dolor aparecen al día siguiente… ¡malditas agujetas! Y te planteas “mi cuerpo no está hecho para hacer deporte”, “¿con este dolor como voy a seguir entrenando?”
Así que, lo primero que haces es comentárselo a algún colega del gimnasio y oyes cosas como “las agujetas son buenas”, “se quitan entrenando todavía más”, “tómate agua con azúcar para quitar el dolor”. ¿Pero cuál de todas estas creencias son ciertas o erróneas?