La endeble excusa de que el mundo está corrompido y la gente se ha terminado adaptando y contagiando de esta situación, es parcialmente cierta en las páginas de los periódicos y en los informativos televisivos, y de hecho, muchos personajes forman parte de esos “contagiados”. Pero en el ámbito laboral y empresarial, esta filosofía existe, pero nunca termina de ser predominante y, por ende, es finalmente vencida.
Muchos analistas coinciden en que inmersos en una sociedad abierta, multicultural y multiétnica, que se guía, organiza y convive sobre la base de unos principios de convivencia definidos, las empresas no pueden olvidar ni obviar la ética en su toma de decisiones.
Pero, ¿qué es la ética empresarial? Nada menos que un conjunto de normas, valores y principios que forman parte de la cultura de la organización, y que constituyen su ADN al momento de lograr una sintonía con su público, clientes, sociedad y competencia. Esta sintonía permitirá una mejor adaptación a todos los entornos, mediante el respeto de los derechos reconocidos en el ámbito social y apelando a los valores que este comparte.