Controlar la velocidad y el equilibrio corporal que facilite los giros que requiere el descenso son las bases de esta técnica. Por su parte, el esquí de fondo (nórdico), que gana adeptos en cada temporada, implica deslizarse por senderos y caminos nevados con poca pendiente, a ritmo de paseo, y durante un largo periodo de tiempo (al menos una hora).
Estas son las dos modalidades principales, aunque los más atrevidos también pueden apuntarse a otras disciplinas como el esquí de travesía, que combina el placer de la nieve con la escalada y el senderismo, o el esquí freestyle con sus imponentes saltos y acrobacias.
El snowboard es el más «joven» de los deportes de invierno. Aquí se trata de recorrer la superficie nevada sobre una única tabla en lugar de utilizar los esquís tradicionales. Es una actividad apasionante, que engancha a quien la practica y que requiere un gran equilibrio y dominio de la postura corporal.