No tratar a la gente como si fueran escorts o algo parecido es clave. A menos que así haya sido acordado, por supuesto. Que sepas de su afición por el sexo y por compartir noches no quiere decir que le puedas hablar con desprecio o superioridad. Una cosa es libertad sexual y otra un desorden inventado por los conservadores.
– No preguntar sobre ciertas cosas o preguntar demasiado sobre otras
Hay que dejar las cosas claras. Sobre todo en cuestión de fijaciones o preferencias sexuales; hasta el más mínimo detalle debe quedar bien distinto. Asegurarnos de que las cosas no ofendan o perturben al otro. Sólo no exageremos al respecto y seamos la voz incómoda en medio del sexo.
– No comunicarse
Las miradas, los roces y los gestos son muy importantes. No poner atención a esto la primera vez que estás en la cama con alguien es como no hacerlo después de 30 años de casados; desde el minuto cero se debe agudizar la percepción y deducir si algo no está yendo bien, incomodando, o frustrando. Todo con el fin de cambiarlo en cuanto antes.
– Asumir que se es un dios en la cama y se saben todos los movimientos