Por tanto, existe un sustrato biológico que sustenta estudios (10-13) en los que se vio como los atletas de competición (no profesionales) presentaban una mayor incidencia de dolores de garganta, así como una mayor duración de los resfriados. Este hecho está directamente relacionado con un menor rendimiento deportivo.
La aplicación práctica que se deriva de los múltiples estudios suele representarse con este modelo, en el que se aprecia como la mejor situación inmunológica se da con un ejercicio moderado en cantidad e intensidad (que se traduce en un menor riesgo de infecciones de vías respiratorias superiores). Sin embargo, si aumentan de forma importante, el riesgo es mayor incluso comparando con la población sedentaria.
Clave: una buena planificación
La mejor forma de evitar, por tanto, el deterioro inmunológico es prevenir las situaciones mantenidas de grandes volúmenes e intensidades de ejercicio, o el sobreentrenamiento. Para ello es vital una buena planificación y periodización del entrenamiento, especialmente en aquellos corredores o ciclistas de largas distancias que compitan durante buena parte del año. Sin embargo, por la exigencia de este tipo de disciplinas a menudo es imposible evitar las repercusiones negativas sobre el sistema inmune, y es aquí donde se puede plantear el uso de suplementos para intentar disminuir esas repercusiones, como veremos en el próximo artículo.