Por su parte, Plutarco interpretó: “Lo que hagas sin esfuerzo y con pereza, durar no puede ni tener belleza».
Asimismo, es necesario distinguir entre esfuerzo físico y mental, aunque en casi todas las instancias asociadas al desempeño laboral, ambos vayan de la mano o estén estrechamente interrelacionados.
El esfuerzo físico es aquel en el que el protagonista principal es nuestro cuerpo, nuestra energía corporal, expresada en nuestra fuerza física, en nuestros músculos, y en nuestra capacidad fisionómica. El deporte de alta exigencia es una de las muestras más concluyentes de esfuerzo físico, aunque sin dudas, también mental. Podríamos citar tantos ejemplos de esta coordinación exitosa entre las dos vertientes del esfuerzo en el ámbito deportivo, como protagonistas de cada una de las disciplinas de alto rendimiento.
Por otra parte, el esfuerzo mental es aquel en el que se pone a prueba toda nuestra capacidad mental, nuestras habilidades para crear, inventar, formarnos, o para desentrañar problemáticas que tienen que ver con el campo intelectual. El esfuerzo mental está impregnado de pensamiento y de cálculo, pero sobre todo, busca la creación y la producción mediante el uso neuronal intensivo.