Me he acordado de Samantha porque el otro día recibí la llamada de una de mis amigas de la facultad. Lorena había empezado a salir con su chico siendo ellos unos críos, eran amigos casi desde la cuna y la verdad es que estaban hechos el uno para el otro. El problema era, una vez más, el tamaño. Al principio, a ella no le importaba para nada. Lucas era el único hombre con el que se había acostado, o sea, que tampoco tenía una referencia para comparar.
Con el paso de los años, a Lorena le empezó a afectar más este «pequeño» problema. Sabía que con el micropene de Lucas difícilmente podría tener un orgasmo como los que contaban sus amigas o veía en las películas. Quería a Lucas, lo quería muchísimo y no quería perderlo por nada del mundo, pero también sentía la necesidad de acostarse con otros hombres.