No hay fecha en el calendario en la que engordemos más que en Navidad. Grandes comilonas y mucho dulce son el pan de cada día y lo de hacer deporte se deja para cuando pasen las fiestas.
El deseo de descanso que tenemos durante las vacaciones, además, no nos favorece nada. Un estudio conjunto del departamento de Kinesiología de la Universidad de Massachusetts y el de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Missouri afirma que el llevar una vida sedentaria provoca más hambre que estar activo físicamente.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores, liderados por el Dr. Barry Brown, sometieron a seis personas delgadas, jóvenes, y con buenas condiciones físicas a tres situaciones distintas a lo largo de tres jornadas.
El primer día ingirieron una dieta equivalente en calorías a su gasto energético, que fue el de un día activo normal. El segundo se mantuvieron inactivos y comieron las mismas calorías que el día anterior. Y el tercero consumieron un número de calorías equivalente a su nivel de inactividad.