Para muchos, el golf es casi un estilo de vida pero para la gran mayoría es un deporte competitivo en el que no solo «juegas» con los demás sino contigo mismo, tratando de superarte constantemente. La idea es sencilla, aunque se complica a la hora de la verdad. Se trata de realizar un recorrido a pie (o en coche) mientras que, con ayuda de un palo al que trasmites la fuerza de tu cuerpo, desplazas una bola introduciéndola en los hoyos que encontrarás en tu camino.
Un campo de golf tiene 18 hoyos y multitud de trampas en forma de bancos de arena, lagos, colinas, etc. Hay que recorrer el campo (una media de 6-10 kilómetros) y además, proyectar la bola, combinando fuerza y destreza, para ganar puntos (hoyos), empleando en el intento el menor número de golpes posibles con la idea de irlos reduciendo de manera que puedas mejorar como golfista y bajar tu propia marca, el hándicap.
A nivel físico, recorrer un campo de golf ya implica la práctica de uno de los ejercicios más completos que existen, caminar durante unas cuantas horas. Si a ello sumamos el peso de los palos que el deportista carga, se puede decir que en una mañana de golf se pueden perder unas 400-600 calorías al tiempo que se contribuye al desarrollo de la musculatura, especialmente del tren inferior.