Las causas son poco conocidas y entre ellas, los expertos señalan factores hereditarios, problemas hormonales (hipertiroidismo), hipoglucemia, e incluso factores psicológicos (estrés, fobias…) que repercuten en el sistema nervioso, alterando la actuación regular de las glándulas sudoríparas.
Sudar «a chorros» después de un duro entrenamiento, sobre todo si las altas temperaturas del verano duplican el esfuerzo, es totalmente normal. El problema aparece cuando la transpiración es constante (sin que exista una situación objetiva que la provoque) y con un volumen 4 o 5 veces superior al habitual.
Sólo en estos casos puede hablarse de hiperhidrosis y se hace necesaria la consulta con un médico especialista, sobre todo teniendo en cuenta las consecuencias psicológicas, (inseguridad, complejos, miedo al rechazo social…) que la situación puede llegar a provocar.
Soluciones
La higiene diaria y el uso de un desodorante bastan para que la transpiración no suponga un quebradero de cabeza. Además, entre los consejos básicos para mantener el sudor bajo control hay que hacer hincapié en la necesidad de practicar deporte con ropa adecuada (que resulte cómoda, no oprima y facilite la correcta refrigeración corporal).