El número recomendado de horas para dormir varía dependiendo de la edad y la actividad física que desarrollemos en nuestro día a día. Los niños recién nacidos se pasan la mayor parte del día durmiendo, aproximadamente unas 17 horas diarias.
Este número de horas irá disminuyendo a medida que vayan creciendo hasta alcanzar un total de ocho horas que son aproximadamente el número que niños mayores y adultos deben dormir diariamente para descansar.
A medida que las personas se van haciendo más mayores consiguen conciliar peor el sueño y los periodos de tiempo que duermen son menores.
A pesar de que el sueño es vital para estar sanos existen muchos motivos por los que se pueden producir trastornos en el sueño, la mayoría de ellos ocasionados por malos hábitos. Para tratar de conseguir estabilizar el sueño es necesario seguir estos consejos:
- Procurar llevar una vida ordenada y cumplir unos horarios para ir a la cama.
- Hacer deporte o algún tipo de actividad física durante el día puede ayudarnos a descansar mejor en la noche. Sin embargo no se deben realizar grandes esfuerzos físicos dos o tres horas antes de irnos a la cama.
- No consumir sustancias estimulantes como el café antes de ir a dormir.
- Evitar las cenas pesadas antes de acostarse para no tener que hacer frente a una digestión pesada durante la noche. No obstante una pequeña cantidad de comida, a modo de resopón, antes de irnos a la cama puede ayudar a conciliar mejor el sueño.
- Procurar dejar de lado todos los problemas antes de acostarnos y no pensar en ellos. Un poco de lectura.
- Evitar radiaciones de aparatos como móviles u otros accesorios, tipo ordenadores, tablets, etc. Aunque todavía no hay demostraciones científicas de cómo afectan estos aparatos sobre el sueño, algunos estudios indican que lo perturban.
Un mal descanso y falta de sueño prolongado puede acarrear graves consecuencias tanto físicas como mentales para la salud. Algunas de las consecuencias más directas de un mal descanso son:
- Sensación de cansancio y de fatiga durante todo el día.
- Falta de atención y concentración.
- Mal humor e irritabilidad.
- En casos más extremos falta de crecimiento, trastornos psicológicos graves.