La diabetes es una enfermedad protagonizada por una hormona, la insulina. Antes de sumergirnos en el mundo deportivo de los diabéticos es necesario intentar entender qué es y cómo actúa esta enfermedad para poder controlarla después.
Cada una de las células que moldea nuestro cuerpo se mueve, se reproduce y tiene una función. Para ello necesita algún tipo de combustible que les de energía para vivir. La energía por excelencia de nuestras células es la glucosa. A través de la alimentación introducimos sustancias que utilizarán nuestras células para poder llevar a cabo su función. La encargada de transportar la glucosa desde la sangre a las células e impedir que salgan es la insulina, una hormona liberada por el páncreas.
Cuando existe un problema pancreático que impide la liberación de insulina hablamos de diabetes tipo I o juvenil. Y cuando la glucosa no entra a las células a pesar de una liberación óptima de insulina se trata de una diabetes tipo II o insulinorresistencia.
De la desobediencia celular a la diabetes tipo II
La insulina es una sustancia ahorradora encargada de introducir el azúcar a las células. Al poco tiempo después de llevar la comida a la boca, el páncreas segregará insulina para que el azúcar de los alimentos pueda entrar en las células.
Imagina la insulina como la madre de familia que ordena constantemente a sus hijos que hagan la cama, que recojan el cuarto, que frieguen los platos y mil y una cosas más. Con el tiempo, los hijos no podrán convivir con las órdenes de su madre 24 horas al día y empiezan a desobedecerla.
Como la insulina es liberada cada vez que pruebas bocado, si tienes la costumbre de picar entre horas, consumir muchos azúcares simples, grasas o alcohol, llegará un momento que tus células se cansen de sus órdenes y empezarán a desobedecerla creando la insulinorresistencia con la posible posterior diabetes.
Del combustible necesario a vagabundos de la carretera
El sobrepeso es el factor de riesgo más determinante para sufrir diabetes tipo II. Cuando las células adiposas se llenan de grasa, pese a que la insulina siga mandando órdenes para que la glucosa y los ácidos grasos entren a las células estas responderán a la insulina con un rotundo “no podemos almacenar más, ¡estamos llenas!”
Entonces, los ácidos grasos y glucosa libres circularán por nuestra sangre perdidos, sin ninguna finalidad que cumplir y sin saber a dónde ir. Se convierten en vagabundos de la carretera, que circulan sin respetar normas, entorpeciendo la circulación y generando problemas y atascos (obstruyendo los vasos sanguíneos).
La diabetes, una epidemia mundial
La diabetes no es una consecuencia de la edad, sino el desencadenante de una vida recluido. Bien por aquel trabajo que te ata a mantenerte sentado enfrente de un ordenador sin apenas moverte de esa silla ergonómica, o bien por el ritmo de vida que te lleva a comer mal, despreocupado, rápido y entre horas, la diabetes acabará siendo el reflejo de una vida sedentaria y de un exceso de grasa.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cerca de 400.000 millones de personas sufren diabetes y se espera que las muertes por esta enfermedad se multipliquen por dos en los años venideros. [pullquote]La diabetes es la adaptación de nuestro cuerpo a la falta de movimiento y al desequilibrio de la dieta[/pullquote]
Día a día, año tras año, entrenamos a nuestras células para que alteren su función y guarden coherencia con nuestros hábitos diarios. Si el estilo de vida occidental nos abre el camino hacia la inactividad y hacia la comida rápida y precocinada, deberemos poner de nuestra parte para que la evolución no se convierta en un factor de riesgo para la enfermedad.
El estrés, un enemigo para la diabetes
Cuando sufrimos estrés, nuestro sistema nervioso central activa una respuesta primitiva preparando a nuestro cuerpo bien para salir huyendo o bien para enfrentarse al peligro. Para ello, necesitamos energía y se libera más glucosa al torrente sanguíneo y se inhibe la secreción de insulina. Además, se liberan glucocorticoides para desensibilizar a las células de la insulina.
El ejercicio y la diabetes.
Puesto que el sobrepeso y la falta de actividad física son los factores de riesgo más determinantes que desencadenan la diabetes tipo II, parece obvio pensar que buscar una estrategia que “mate estos dos pájaros de un tiro” está totalmente indicado. Pues bien, no siempre el ejercicio ha estado aconsejado para las personas que sufrían diabetes. Hasta hace no mucho tiempo se desaconsejaba a los diabéticos la práctica de algún deporte.
Sin embargo, en la actualidad sabemos que la práctica de ejercicio continuado no sólo previene la diabetes, sino que en aquellas personas en las que la enfermedad ya se ha instaurado la actividad física mejora el control de la glucemia, optimizando la evolución de la enfermedad.
Para evitar posibles riesgos es necesario controlar la glucemia antes, durante y después de la práctica deportiva. Se buscará el equilibrio regulando la dosis de insulina con el médico –si fuera necesario-, y controlando la ingesta de las comidas durante el ejercicio, previas y posteriores a él. La práctica de ejercicio aeróbico cinco días a la semana a una intensidad del 50-70% es la recomendación más válida para los pacientes diabéticos.
Serafín Murillo, diplomado en Nutrición y Dietética Humana, vinculado desde hace años a la investigación estableció en 2011 unas pautas dietéticas a seguir en pacientes diabéticos deportistas.
Diabéticos antes del ejercicio
Según los valores de glucemia antes de la práctica deportiva se recomiendan diferentes planes de acción.