Entre los romanos era esmerado el cuidado del vello púbico, que se solía erradicar ya desde la adolescencia, bien en privado o también en los baños públicos. Para conseguirlo, utilizaban brea y ceras, además de pinzas especiales denominadas volsellas.
Estos hábitos depilatorios se extendieron hasta la India y otros países, a la vez que se ampliaba en cada cultura su significado erótico. La depilación ha formado parte de la vida cotidiana en muchas épocas de la humanidad, puesto que la eliminación del vello corporal suele hacer aparecer a cualquier persona más limpia y bella ante los demás.
En este sentido, la invención por parte de un barbero francés de la primera maquinilla de afeitar con cuchilla cambió radicalmente los hábitos depilatorios en Occidente, consiguiendo hacer que esta práctica fuera menos complicada y más placentera y cómoda para los hombres.
Eso ocurría en la segunda mitad del siglo XVIII. Hubo que esperar hasta el siglo XX para que apareciera la primera maquinilla de afeitar con hoja intercambiable. Solo unos años después, se popularizaría la utilización de la cera de abeja, de la resina y de la parafina para fines depilatorios.