Cuando se estrenó, en enero de 2013, Utopia cautivó a todo aquel que le dio una oportunidad; el boca oreja hizo el resto. Siguiendo la línea de otras producciones británicas como Black Mirror o Inside N.9, en las que la originalidad y la sorpresa priman sobre cualquier otra cosa, Utopia ofrecía una historia diferente en un envoltorio cuidado hasta el mínimo detalle.
La historia gira alrededor de una novela gráfica titulada Los experimentos de Utopia , las páginas de la cual esconden predicciones sobre desastres que han ocurrido o van a ocurrir. Un grupo de frikis (dicho con todo el respeto, de friki a frikis) lo descubren y deciden intentar evitar los hechos predichos en el manuscrito, lo que les enfrenta a “La Red” una organización secreta con ramificaciones en el gobierno. Explicado así no parece muy original, pero es que es más el cómo que el qué. Vayamos por partes que así todo queda más claro.
- El guión. Aunque la historia parezca manida, no lo es. Toda ella respira un aire psicodélico, en colaboración con los personajes, y en muchas ocasiones parece que estemos viendo una especie de guiñol, debido a la desmesura de la puesta en escena. Además, presume de una violencia latente que va y viene, pero que cuando estalla lo hace sin contemplaciones (la escena del colegio en el tercer episodio de la primera temporada es escalofriante), a un nivel pocas veces visto, tanto en televisión como en cine. La pena es que en la segunda temporada, tras un excelente primer capítulo en “flashback” que explica el origen del manuscrito, la historia se vuelve algo repetitiva y ya se sabe que la audiencia estas cosas solo se las perdona a las series de dudosa calidad. Las series buenas o mantienen un nivel sobresaliente o a la calle. Es injusto, sí, pero es lo que hay.
- Los personajes. Hay bastantes y algunos de ellos memorables, aunque me quedo con dos: Jessica Hyde y Arby. La primera pasará a la historia gracias a la frase que el segundo usa para dar con ella (¿Dónde está Jessica Hyde?) y la entonación con la que la modula. Y es que los dos personajes se hacen dueños de la función desde el principio gracias a los actores que los interpretan Fionna O’Shaughnessy y Neil Maskell, en dos papeles extremos, psicóticos, pero manejados con contención, soltando su esencia a oleadas y liberándolos poco a poco hasta dar lo mejor de los mismos.
- El lenguaje visual. Es quizás lo más importante de todo, lo que perdura más tiempo en nuestra memoria. Al director de fotografía tendrían que hacerle un monumento porque pocas veces se ha jugado tan bien con el color. La saturación del amarillo, que se convierte en conductor de la historia, la explosión del rojo cuando la sangre hace su aparición, la mutilación de algunos como el verde y el azul, relegados a un papel marginal, todo está pensado para llevar el estado de ánimo del espectador por dónde la historia necesita que vaya. Es simple y llanamente una obra maestra de la imaginería visual.
- La música. Conceptual, paranoica y por desgracia, repetitiva. Si al principio resulta estimulante y acompaña a la perfección al conjunto, hacia el final uno acaba un poco harto. Es el riesgo de no buscar variaciones. Es probablemente el punto más flojo de la serie, aunque hay que reconocerle que también resulta original.
Todo esto (y algunas cosas más que deberéis descubrir vosotros mismos) hacen de Utopía una serie original, diferente y sorprendente. No mantiene en la segunda temporada el mismo nivel que en la primera (era difícil conseguirlo, admitámoslo) pero sigue siendo superior (muy superior incluso) que la mayoría de series que corren por televisión. Lástima que la calidad no sea un factor importante a la hora de decidir qué series se mantienen en la parrilla.