Wallander, Forbrydelsen (ambas con posterior adaptación foránea, la inglesa Wallander, con Kenneth Branagh y la americana The Killing) o Bron son claros ejemplos de cómo un ritmo lento, una ambientación fría y moderadamente tenebrosa y unos personajes costumbristas y con profundos claroscuros situados en ambientes más rurales o costeros podían conformar un escenario idóneo para el desarrollo de un crimen.
A Broadchurch, serie que actualmente emite Antena 3 tras tenerla incomprensiblemente congelada durante bastante tiempo, se la ha acusado de plagiar todas esas señas de identidad para alcanzar el éxito, como si Twin Peaks, anterior a todas las nombradas, no lo hubiera hecho ya antes o como si ahora resultara que ciertas formas de rodar o algunos filtros de cámara tienen copyright.
Broadchurch es, sobre todo, heredera de Twin Peaks, que es la que lo empezó todo (al menos televisivamente hablando) y de una forma de hacer televisión (la británica) que lo fía casi todo a la construcción de los personajes, la interacción entre ellos y a una elegancia que no se pierde ni en los peores gags de Benny Hill.