Y la verdad es que resulta todo un ejemplo de esa máxima que dice “menos es más”, ya que lejos de apabullarnos con mil elementos y lugares recargados, el film nos ofrece un minimalismo en su puesta en escena y la trama (hasta que esta se torna enrevesada) que hace que la principal arma del mismo, sean sus intérpretes.
Así, tenemos a Brenton Thwaites (al cual veremos en la nueva entrega de Piratas del Caribe), Olivia Cooke (vista en Oujia) y Beau Knapp (que aparece en el original “slasher” Nadie vive), que interpretan al trío protagonista y resuelven sin problemas sus roles.
Todos ellos secundados por el gran Lawrence Fishburne, cuya sola presencia consigue inquietar al más valiente. Mención especial para Lin Shaye, cuya presencia viene asociada desde hace tiempo con el fantástico y el terror, y que aquí aparece en un pequeño papel.
Resulta difícil hacer una crítica de esta cinta sin caer en spoilers, pero sí puedo decir, que llegado a un punto, sus imágenes se van tornando más descriptivas e inquietantes, y el relato pisa el acelerador, cambiando tanto el cromatismo de su puesta en escena, como los escenarios donde esta se desarrolla y regalándonos algunas de las imágenes más perturbadoras y bellas que he visto recientemente en la gran pantalla.