Esta secuela que nos ocupa, funciona más por los nombres implicados en ella (me refiero sin duda a Carrey y Daniels) que no por la película en sí. Los dos intérpretes recuperan su buen hacer y, a pesar de las evidentes arrugas, parece como si hubiesen rodado la primera parte ayer, ya que la química entre el dúo permanece intacta.
Sin embargo, se recurre en exceso a la nostalgia y los lugares comunes, lo cual, si no eres fan de la primera entrega, no arrancará en ti, esa eterna sonrisa que los responsables de la vuelta a las carteleras de este par de idiotas, parecen buscar constantemente.
Y es que, no nos engañemos. La historia de este tipo de películas nunca ha sido el elemento fuerte de estas producciones, siendo más el nexo de unión de los gags, que no el motivo por el que la gente acude a las salas. Pero, si esta cinta pretende resucitar las carreras de los Farrelly y Carrey (Daniels ha encontrado ahora el éxito en la televisión con la serie The Newsroom), mi impresión es que no lo va a conseguir.