Y si bien sobre el papel tenemos un film muy atractivo por el tema tratado y quien ocupa la silla de la dirección, a la hora de la verdad, se presenta como una cinta fallida. Lo es por lo extenso de su metraje y por lo desnivelado de su guión.
Mann se preocupa mucho de que entendamos cómo funciona el ciberespacio, los ataques a la “seguridad informática”, primero de forma visual y luego con una serie de términos que a muchos espectadores les pueden sonar a chino.
Y, creo que es aquí donde la película falla, pues no todas las secuencias que implican el uso de ordenadores tienen la misma fuerza ni suspense, siendo más interesantes las que muestran las consecuencias de esos “actos cibernéticos”, que no las que muestran a los personajes tecleando y tratando de descifrar códigos imposibles.
Quien firmara Corrupción en Miami ha demostrado en numerosas ocasiones que sabe filmar la acción como nadie, y es cuando tiene ocasión de desplegar esas habilidades, donde la películas gana enteros y sube de interés.