Cuando escuchamos la palabra “liderazgo” lo primero que viene a nuestra mente es una figura que es la cabeza de una organización o empresa. El líder es aquella persona con habilidades para persuadir y comunicarse de una manera excepcional, muchas veces creemos que estas cualidades son innatas, como un don de nacimiento. Sin embargo, ser un líder no depende sólo de una predisposición de aptitudes y de personalidad; los verdaderos líderes trabajan a lo largo de su vida para desarrollar estas cualidades.
Al líder nato o al que se encuentra en desarrollo lo podemos identificar porque inspira a los que lo rodean, escucha opiniones, piensa antes de hablar, indaga para encontrar soluciones, se desafía a sí mismo y a su equipo, promueve acciones, delega responsabilidades, modela con el ejemplo y da aliento en situaciones difíciles.
Ser un jefe no es sinónimo de ser un líder. Algunos jefes mantienen un comportamiento similar al de las tribus nómadas de antaño, en las que la autoridad se hacía valer a través de la fuerza y la intimidación. El jefe que no posee liderazgo emite juicios sin antes escuchar, es rutinario en sus acciones, es poco flexible, se rehusa a delegar, busca culpables en lugar de soluciones y alimenta constantemente su ego.