¿Cómo es tu jefe?

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Aunque muchas veces no lo parezca, esta percepción masiva de los subordinados respecto a sus jefes, no beneficia en lo más mínimo al crecimiento de las empresas, aún cuando los contextos de crisis económica como la actual, otorguen una carta blanca a los superiores para desplazar personal y reponerlo como si fuese mercancía de stock.

Por las mismas repercusiones que señalamos, es preciso reconocer los distintos estilos de dirección, derivados del perfil que cada jefe o superior imprime a sus acciones como administrador de personal. Entre los más destacados podemos reconocer:

  • El jefe mandón. Antiguamente era el estilo más extendido, y con la crisis económica parece dispuesto a dar nuevos coletazos. Es el modelo más erróneo, puesto que sólo genera miedo, sumisión, obediencia y pasividad en los empleados. Bajo este estilo de dirección, el trabajador no aprende ni se desarrolla, pero tampoco el jefe. Para Antonio Pamos, consejero delegado de Grupo Facthum, consultora de recursos humanos, se trata de un “estilo trasnochado, impropio de una sociedad avanzada”. Según coinciden los expertos, este modelo de dirección sólo limita, retrae y retrasa el crecimiento dentro de una organización.

  • El timonel. Las personas son sólo un mero instrumento para sus propios logros. Sólo piensa en los objetivos sin importar los medios empleados para cumplirlos. Es el “don perfecto” y el autoritario encubierto. Su equipo siempre estará estancado, mientras él se anotará los puntos que se proponga. Apuesta por la falta de aprendizaje y el estatismo. Lo que consigue: desmotivación y falta de dedicaciónTanto el mandón como el timonel apuestan por una rotación permanente del personal, y sólo mantienen a los empleados que están bien pagados.
  • El brillante. Steve Jobs o Bill Gates representan claramente a este tipo de jefe poco común. Son visionarios por naturaleza, convencen con su visión de equipo e implementan una estrategia de futuro. Estos líderes se rodean de los mejores profesionales con los que cubren sus flancos débiles. Aunque a veces pueden ser egoístas e impulsivos, el jefe brillante siempre ofrece las herramientas para que cada cambio del subordinado implique un avance cualitativo.
  • El maestro. Es el desarrollador por excelencia, también conocido como coach o entrenador. Es uno de los mejores jefes que nos puede tocar; nos impulsa a ser nosotros mismos, a descubrir lo que queremos y pretendemos, a tener decisión y visión propia. Por todo esto, con el maestro, tendremos que asumir responsabilidades, pero no bajo el paraguas del tan perjudicial paternalismo, sino con una visión a corto y medio plazo, y siempre, para nuestro progreso.
  • El majete. Se caracteriza por un estilo participativo y democrático. Promueve la participación de sus colaboradores y luego decide. Comunica con claridad qué es lo que quiere conseguir y cómo se debe hacer. Es un jefe que hace responsable a la gente de su trabajo sin dejar de exigir.
  • El blando. Con el excesivo paternalismo de este jefe, el equipo será una permanente reunión de amigos. Viviendo en este vecindario no es extraño que se olvide el compromiso, se pierdan de vista los resultados, y los ascensos sean casi una utopía. Es de los peores estilos de dirección, puesto que tira por la borda la productividad y está a contramano de la realidad de la empresa.

Dime cuál de esto jefes tienes y te diré si tienes un futuro halagüeño en tu empresa.

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