Pese a que Frank no dispone de todo el tiempo del mundo para obtener la información que Elizabeth intenta extraer de Simon, la mente de éste responde con sus propias reglas al concienzudo trabajo de la terapeuta.
El intrincado laberinto que Elizabeth empieza a auscultar y remover, contiene un subconsciente hecho añicos, incapaz de separar impulsos, deseos, realidad e hipnosis. Frente a este tremendo desafío, Elizabeth deberá poner lo mejor de sí, no sólo por su orgullo profesional y personal, sino para no enfadar más de la cuenta a un ansioso e iracundo Vincent.
Si bien la película puede generar reacciones dispares, se puede destacar que el espectador no se encontrará con un bodrio; más bien podrá disfrutar de la creatividad y la inteligencia del estilo Boyle, aunque por momentos, los enredos en el límite entre la realidad y la imaginación parezcan no desentrañarse jamás.
Aquellos que pretendan ver una película simplona, superficial, y con las respuestas servidas a los interrogantes, mejor que se queden en casa, o busquen otra distracción, puesto que dura 103 minutos, y exige atención y predisposición.