Inexplicablemente, Issa se convierte en objeto de persecución de agencias y espías americanos y alemanes (Bachmann y su equipo secreto incluido), con una gran duda que pesa sobre él, la de si es un yihadista o un simple refugiado con pánico a volver a pasar por lo mismo.
Entran entonces en el juego los papeles de Annabel Richter (Rachel McAdams), una joven e idealista abogada, y Tommy Brue (un genial Willem Dafoe), el banquero que guarda la enorme fortuna «sucia» amasada por el corrupto padre de Issa.
La lucha de competencias entre los diversos servicios de inteligencia por este caso, se da también en otro de paralelo, el del Dr. Faisal Abdullah (Homayoun Ershadi), un musulmán respetado en Hamburgo por sus labores humanitarias, del que se sospecha que destina una parte de las donaciones a financiar terroristas.
El director Anton Corbijn (autor de Control y El Americano) adapta la historia ideada por le Carré, aportándole esa tensión necesaria en toda película de suspense, pero hecha de una manera elegante y relajada, con una fotografía cuidada y un tanto vintage. El guión de Andrew Bovell ha sabido explotar el punto humorístico de Seymour Hoffman, con momentos puntuales en los que más bien parece una comedia (salvando las distancias).
