Wes Anderson es Wes Anderson. A estas alturas de la película (nunca mejor dicho) pretender ir a ver una de sus obras y que la sorpresa sea completa es caer en el autoengaño, salvo para aquellos que desconozcan totalmente sus trabajos anteriores.
[pullquote]El filme de Anderson es un compendio de todas la virtudes que el genial director ha ido mostrando a lo largo de sus siete largometrajes anteriores[/pullquote]El director de Houston posee un imaginario propio que lo diferencia claramente de cualquier otro director actual y, como pasa con otros grandes y muy personales creadores, eso le ha granjeado tantos admiradores como detractores.
Película a película (diríamos casi que escena a escena) Anderson ha ido moldeando un microcosmos particular en el que dar rienda suelta a personajes inverosímiles que interactúan en situaciones surrealistas dentro de un entorno que evoluciona sobre esa finísima línea que separa la realidad de la fantasía.
Y es en ese terreno donde el hombre niño (el principito, como acertadísimamente lo define F. Murray Abraham) deja aflorar miedos, dudas, e incluso paranoias para disfrute mayúsculo de todos aquellos que conectan con su filosofía.