La educación que recibimos y los valores que interiorizamos en nuestra infancia nos condicionan en nuestra vida adulta. Por eso, Koreeda insiste en no asociar las actitudes de los personajes a su nivel económico. No es ese el factor que determina que uno valore más la relación genética que el entorno con una persona.
De hecho, lo interesante de este proceso de decisión es, precisamente, la evolución de los personajes. Conseguir desprenderse de aquello que ‘nos dijeron que debe ser’ para empezar a ver aquello que ‘sentimos que debe ser’. Gracias a este juego de perspectivas, llegamos a un final que convence al espectador, no sin dejar la respuesta aún en el aire.
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