Estas cualidades determinarán el desarrollo de la trama principal, que plantea el interrogante de si habrá o no intercambio de hijos. El dilema está servido: ¿se es padre por genética? ¿es la paternidad un vínculo sanguíneo o un vínculo adquirido a base de tiempo y cariño?
A pesar de que el ritmo de la película pueda resultar lento, hay que destacar que logra introducir el conflicto principal en la mente del espectador. Los personajes van decidiendo, tanto los padres como los hijos, y el espectador se debate entre lo que cree que le gustaría y lo que cree que debería ser.
En este proceso, vamos explorando a cada uno de los personajes, conociéndolos más a fondo, y cómo su pasado, su presente, sus pensamientos y sus debilidades influyen en las decisiones que toman. Cuatro personas, cada una con su historia, deben decidir y ponerse de acuerdo.
Pero de esta decisión también forma parte el espectador, al tratarse de un tema sobre el que, seguro, tiene su propia opinión. Y si no la tenía al principio, la va desarrollando a lo largo de la película, especialmente cuando le invada la sensación de que las cosas no acaban de ‘estar bien del todo’, de que ‘podrían ser diferentes’.
