La posibilidad de que dos personalidades incompatibles tengan que trabajar juntas para lograr un objetivo común no es algo tan descabellado, ni siquiera en temas tan serios como los policiales.
Asimismo, estas formas de ser y pensar encontradas no invalidan la idoneidad de sus poseedores a la hora de desempeñar sus labores y su compromiso con la verdad y la justicia.
La engreída, arrogante y autosuficiente agente del FBI, Sarah Ashbur (Sandra Bullock) se ve obligada, contra su voluntad, a aceptar como compañera de “misiones” a la desprejuiciada y excéntrica agente de policía, Shannon Mullins (Melissa McCarthy, Como la vida misma).
Las profundas diferencias personales entre ambas no tardarán en salir a la luz y amenazan con ser una pesadilla en una labor compleja, y que exige de plena colaboración entre ambas. Es así que Sarah y Shannon se dan cuenta de que el despiadado capo de la droga y terrorista ruso al que tienen como objetivo, les empieza a sacar ventaja debido a sus desavenencias.
Esto será suficiente como para que ambas agentes opten por evitar sus prejuicios y se apliquen en la unificación de sus habilidades y fuerzas para que los representantes del delito no se salgan con la suya.
En definitiva, con Cuerpos especiales, el director Paul Feig (director en series como The Office o Mad Men), logra sacar lo mejor de dos comediantes de talla como Bullock y McCarthy, sobre todo, otorgándoles un papel a su medida, y en el que muestran una sincronización de reloj. Por esto el film es tan disparatado como divertido; para algunos críticos, “una de las películas más entretenida del año”.
Quizá no sean los efectos policiales a los que nos tiene acostumbrados Hollywood con sus grandes realizaciones de este género, pero la concepción y el tratamiento de acción “light” que le imprime Feig y sus elegidas, han transformado a Cuerpos especiales en todo un éxito de taquilla en EE UU, con una recaudación de 160 millones de dólares en su primera semana.