En cuanto al reparto, Daniel Craig –quien un día dice estar harto del personaje, para al siguiente despachar la pregunta de si hará un quinto Bond con un “ya veremos”— le tiene cogido “el truco” al personaje y lo ha hecho suyo, viendo muchos fans en el intérprete, al digno sucesor de Sean Connery.
A este lo secundan Christoph Waltz como Franz Oberhauser, el enemigo a batir de esta entrega, quien apenas puede lucirse, debido al escaso tiempo que aparece en pantalla y el poco esmero con el que parece que han escrito su papel.
Cuando mejor nos lo estamos pasando con él, la cinta acaba. Oportunidad perdida de dotar al villano de una figura más mítica, grande y siniestra por más que Mendes se preocupe por presentarlo primero de espaldas y luego, levemente iluminado entre sombras.
Las llamadas “chicas Bond” en esta ocasión son la francesa Léa Seydoux y la italiana Monica Bellucci. La primera es la chica de la película y como tal se pasa todo el metraje entre la desconfianza, la sumisión, el amor y odio hacia el agente secreto.