Pero Birdman no es solo un ejercicio de estilo ni un relato irónico sobre el ascenso y caída de un actor, la forma en que está narrada nos hace sumergirnos de tal manera, que parece que asistamos a una representación donde, una vez acomodados en nuestras butacas, nos sentimos muy cerca del reparto; ¡y qué reparto!
Michael Keaton ofrece tantos matices en su interpretación que pide a gritos un Oscar. Su Riggan Thomson es capaz de pasar de la felicidad a la tristeza, la inseguridad, los nervios o la locura con un simple gesto.
Edward Norton encarna con su acostumbrada convicción a un actor de prestigio, problemático y arrogante. Zach Galifianakis (quien luce más delgado y al principio cuesta reconocerle) se aleja de sus histrionismos y se muestra mucho más comedido y serio.
Emma Stone deja atrás la dulzura dando vida a la autodestructiva hija de Riggan. Naomi Watts nos trae los nervios y la inseguridad en la piel de la actriz Lesley y Andrea Riseborough es la entregada Laura, actriz y novia del protagonista.