Una nueva corriente agita las velas del barco del cambio y hace que se divise un futuro cada vez más distinto. En España se está alzando la voz de una joven escritora y reconocida actriz porno llamada Amarna Miller. Acompañada de sociólogos y representantes de movimientos feministas, se ha armado de valor y ha salido al ruedo a dar la cara para, desde la propia industria pornográfica, renovar ciertos preceptos y hacer de ella una herramienta para liberar mentes encasilladas en pensamientos obsoletos, que no nos llevan más allá que al repudio, el odio y la división.
Su premisa y discurso se basan en introducir al mercado un porno alternativo que sirva para crear una consciencia crítica y que fomente la producción y el consumo responsable del mismo. Un tipo de pornografía que se comprometa con la necesidad de comprender que todo se trata de la representación de una fantasía y, por consiguiente, no debería tener límites, pues esta fantasía sexual no debe ser moral ni tener ningún tipo de condicionamiento ético, es puro deseo y no debe de ser juzgado, y sobre todo que nuestro cuerpo nos pertenece y podemos hacer con él lo que se nos apetezca. Un tipo de pornografía que vela por los derechos sexuales y que defiende la idea del placer como autónomo, aunque en una cultura patriarcal como la actual no sea bien visto.