El tomate es una verdura cuyo nombre procede de la palabra india “tomatl”, que significa algo así como “fruto hinchado”. Hasta el siglo XVII no se introdujo en la cocina europea porque era considerado altamente venenoso así que solamente lo podíamos encontrar como un elemento decorativo para las mesas.
Sin embargo, siglos después numerosas investigaciones han demostrado los beneficios de sus propiedades. Estudiémoslas de fuera hacia dentro.
La fachada del tomate: su piel.
Compuesta por gran cantidad de fibra que estimula los procesos intestinales, indicado su consumo para personas con estreñimiento. Sin embargo, si sufres hinchazón abdominal, digestiones lentas o dolores digestivos frecuentes te recomendamos que dejes la piel a un lado pues puede irritar tu estómago delicado.
El interior también cuenta: el tomate por dentro.
Debido al gran aporte de agua que encontramos en un tomate, este fruto nos aporta pocas calorías. La mayoría de ellas se corresponden a los hidratos de carbono y las pocas grasas que existen en su interior. No obstante, la riqueza del tomate se halla en las sustancias diminutas que lo conforman: los micronutrientes.