En cuanto a la metodología, cada alumno debía puntuar su amistad entre 0 («No conozco a esta persona») y 5 («Es uno de mis mejores amigos»). Con sus respuestas se documentaron 1.353 casos de amistad que revelaron cómo en el 94% de ellos, el sujeto preguntado suponía que la persona cuya amistad estaba valorando sentía lo mismo que él. ¡Craso (y triste) error! El porcentaje de la reciprocidad bajaba hasta el 53%.
Dividir entre dos
Pero, ¿por qué solo la mitad de los que llamamos amigos nos tienen en la misma estima? A la coach personal y de salud Adelaida Enguix no le extraña en absoluto este desajuste, «ya que cada persona vive la amistad de una forma determinada y, normalmente, tras esa visión genuina aparecen los juicios, que casi nunca logramos expresar correctamente y pueden llevar a que el otro rompa [unilateralmente] su relación».
Por su parte, Beatriz González, psicóloga del centro Somos Psicólogos, explica la diferencia entre los amigos que creemos tener y los que de verdad tenemos con el siguiente argumento: «Hay personas para las que la amistad consiste simplemente en verse de vez en cuando, mientras que, para otros, implica una relación más intensa de la que se espera que haya sinceridad, lealtad e interés recíproco». Es decir, diversidad de criterios.