Amigos olvidados

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El café que nos tomábamos juntos cada domingo, pasó a ser casi semestral. Creo que nunca en la vida le había oído decir tanto «es que estoy liadísimo». Todos sabíamos cómo era Nacho, que incluso se fue de cañas la noche antes del examen más jodido de su carrera. Y todos sabíamos que ese «estoy liadísimo» era quedarse, como cada día, haciendo vida de pareja.

La semana pasada recibí un mensaje: «Necesito hablar. Necesito nuestro café de los domingos». Todo el rencor que acumulé durante los meses en que había estado desaparecido se me olvidó de repente. Había cortado con ella. La seguía queriendo, pero aquella no era la clase de relación que esperaba. Su agenda de contactos se había reducido a un único número, y su vida social se movía entre el sofá de su casa y el restaurante de en frente donde salían a cenar de vez en cuando.

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