Sabe qué ofrecer en cada momento, no duda sobre cuándo decir unas palabras dulces, ni tampoco si en medio de la pasión más ardiente suelta frases fuertes, sabe acariciar, besar, lamer, arañar, morder o dar cachetes con arte, en el momento adecuado, sabe agarrar fuerte, abrazar y quedarse quieto respirando a su amada, sabe dominarla con respeto y dejarse dominar cuando es el momento, sabe mirarla a los ojos y fundirse con ella.
En el mar de las emociones femeninas, sabe escuchar, emocionarse, estar al lado de su llanto o de su risa, ofrecer su presencia, su proximidad y su distancia, su mano y su abrazo, pero nunca interrumpe, ni pregunta, ni busca las raíces del problema, ni estudia posibles soluciones; simplemente es un hombre que sabe ofrecerse, sabe estar y escucha.
Como compañero es un buen amigo con el que compartir el día a día, alguien con el que siempre puedes contar, que la escucha y le hace de espejo, ofreciéndole la posibilidad de que sea ella misma la que encuentre el camino, las soluciones, porque él le está ofreciendo su presencia.