Explicado así parece poca cosa, pero lo cierto es que fueron más las formas que el fondo. Factores como que el monstruo tarde lo suyo en aparecer, los silencios prolongados, rasgados por melodías inquietantes, la ausencia de armas convencionales y Sigourney Weaver manejando el cotarro en el rol de Ellen Ripley hicieron de Alien un éxito rotundo de crítica y público.
Las secuelas fueron diversas, aunque ya desde la segunda (obra de James Cameron, uno de los directores más sobrevalorados de la historia del cine) el enfoque viró hacia un protagonismo mayor de la acción (con múltiples aliens en pantalla), lo que les restó enteros a pesar del buen hacer de directores como Jean-Pierre Jeunet o David Fincher (de Prometheus, ese bodrio pseudo-filosófico que Scott se ha sacado de la manga hace poco y que casi revienta la gracia de la película original, mejor ni hablamos).
Por lo que respecta a las adaptaciones para consolas, el problema es que siempre se ha tirado hacia el espíritu de las secuelas, primando la acción y desechando el estilo de la película original, cosa que resulta extraña viendo el éxito de los survival horror en tiempos bastante recientes. El último ejemplo es Aliens: Colonial Marines, denostado por la crítica especializada y olvidable nada más salir de la tienda.